jueves, 12 de enero de 2012

EL JAMÓN


El jamón, cada vez más menguado.


            En casa de los Martínez, desde que se acabaron las horas extras, la madre recosía la ropa de todos y cocinaba con poca carne y pescados baratos. Carlos, el hijo mayor, era becario de Filología Inglesa en Oxford. Salvador, el pequeño, hacía el bachillerato; sin pretenderlo, fue enterándose de lo que pasaba a su alrededor.

            Los padres, antes de los veranos y las navidades, aprovechando cualquier oferta del súper, compraban un jamón: el más pequeño del lote, sin marchamo ni etiqueta, para que costara poco. Lo colgaban en la viga más alta del sótano, y a esperar.

            Salvador bajaba  a la cueva casi todos los días. Debajo del jamón, de puntillas, doblaba el cuello hacia atrás, abriendo mucho la nariz, en un intento de oler las entrañas de aquel huésped intratable. Se conformaba con el tufillo liberado por los poros del envoltorio, una malla blanca que poco a poco iba ganando pátina y un sabor imaginario. Con los ojos cerrados y alguna ilusión, veía un corte veteado, capaz de remover sus jugos gástricos. Luego, relamiéndose, muy concentrado, suplicaba a todos los dioses la llegada de su hermano.
* * *

            A últimos de junio, llegó el de Oxford. Le encontraron más alto y hablaba ya como los corresponsales de las televisiones extranjeras.

            Después de hartarle de besos y halagos, la madre descolgó el pernil con un tic de emoción inevitable, que se notaba en el mentón y en los mofletes. El padre, paseando la lengua por los labios, cortó lonchas finitas. Los cuatro disfrutaron de aquel manjar tan esperado: lo magro para Carlos, el tocino y las virutas secas para los demás.

            Una mañana, a poco de llegar, los dos hermanos fueron de paseo por el casco antiguo. Allí, Carlos informó en inglés a unos extranjeros despistados. A Salvador se le inundó la mirada. Entre eso y el trato que dispensaban los padres al futuro filólogo, le invadió un sentimiento que no supo si era envidia, admiración o ambas cosas a la vez.  Tampoco hizo mucho por averiguarlo. El pensamiento se le iba a la bandeja de jamón, cada vez más menguado, que abría camino a los platos de  cuchara. Sin embargo, no podía olvidar la realidad: “cuando se vaya el niño mimado, volveremos al caldo limpio y no tendremos ni aceite para una triste ensalada”, pensó durante el almuerzo, masticando sus temores. 

            Meditó mucho Salvador sobre aquello. Pronto cambió de actitud.

            Madrugaba para estudiar en un libro manoseado, de fotocopias y encuadernación casera. Nunca se separaba de él y nadie pudo ver su contenido, sólo el título de la portada: Suministros acuíferos, drenajes, termología… 

            Por la tarde, con el regusto del jamón entre los labios, sin dar explicaciones a nadie, iba corriendo a hacer prácticas. Cuando volvía, casi de noche, se echaba en el sofá hasta la hora de cenar. Su comportamiento era distante, con cara de mal sabor. La familia empezó a preocuparse.  Él no era así, menos con su hermano, del que nunca se separaba.
* * *

            Acabadas las vacaciones, Carlos volvió a Oxford. Del jamón sólo quedaron los huesos, con menos sustancia que un esqueleto de plástico. 

            Dos meses más tarde, después de intercambiar algunos mensajes sin trascendencia, Salvador, satisfecho con sus logros, escribió al hermano un correo electrónico más extenso que de costumbre. Le expresaba la admiración que sentía por él, y confesó su disgusto por lo poco que disfrutaron juntos el último verano. Lo lamentaba, pero todo, según él, tenía una explicación.

            En otro párrafo escribió textualmente:

            “El curso, con mucho sacrificio, bien. Aquí todos muy contentos. Mamá ya no cose tanto, compramos ropa nueva y jamón con certificado de origen, del caro, para los bocatas de todos los días. Como verás en el enlace que te copio, hago algunos trabajillos, después de clase y los domingos. El mérito no es sólo mío, me ayuda papá, ahora que está en el paro. Cuando termines tus estudios, si quieres, haremos un hueco para ti”.

            En la Web mencionada, a toda pantalla, tricolor y con fondo al agua, sobre dos teléfonos y una dirección electrónica, anunciaba: Salvador Martínez - Trabajos de fontanería – Urgencias a cualquier hora.
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DESPUÉS DEL JAMÓN, TIENES QUE LEER ESTO Y LUEGO ESTO.


33 comentarios:

Cris Gª. Barreto dijo...

Mi estimado y admirado Alejandro, paso a saludarte, pronto volveré a comentarte. Estoy apremiada. Pero bien sabes que tus escritos me resultan impresionantes y tu persona aún más.

Recibe toda mi estima,
Cris.

Alicia Uriarte dijo...

Varias lecciones podriamos extraer tras la lectura atenta de este magistral relato breve. Me quedo con la que más vendo a los jóvenes de mi entorno. Que cada uno tiene que buscar su lugar, al igual que lo hacen los arboles de un bosque. Intentando no hacer sombra a nadie ni permitir que a uno le hagan sombra.

Pr cierto, aún me queda también alguna figura de mazapán.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Alejandro.
No pude evitar imaginarme al filólogo apretujado en el transporte público de Oxford mientras su hermano visita a los clientes montado en un súper auto.
Muy vívidas todas las imágenes.
Cordiales saludos,
Jorge, Baires

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Cristina, por tus palabras generosas, llenas de aliento. Gracias también por dedicarme parte de tu valioso tiempo con comentarios tan cálidos como inmerecidos por mi parte.

Siempre te estaré agradecido.

Un abrazo fuerte.

Alejandro

Alejandro Pérez García dijo...

Querida Alicia: Tienes mucha razón en lo que dices. Se nota que, además de profesora de una materia imprescindible, eres una MAESTRA de la vida. Lo demuestras con esta lección: "Que cada uno tiene que buscar su lugar, al igual que lo hacen los arboles de un bosque. Intentando no hacer sombra a nadie ni permitir que a uno le hagan sombra". Si en el caminar hacia la sabiduría siempre hubiese respeto para no entorpecernos unos a otros, el mundo tendría otro color.

Quizá este relato, inspirado en episodios de la vida real y cotidiana, suscite -sin pretenderlo- otras evocaciones relativas a la necesidad de ceñirse a lo imperativo dejando para mejor momento, aunque duela, proyectos convencionales.

Como siempre, tus mazapanes están riquísimos. El jamón, aunque es de los baratos, ha resuelto la merienda.

Agradecido, recibe un abrazo fuerte.

Alex

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, amigo Jorge, por tu visita y comentario. A veces, la vida en una misma familia se divide, a veces también un mismo individuo adolece de conductas divididas. El destino y sus avatares siembra de distingos el devenir en general; el de los humanos, también. Así pasa, que el más apartado, el que parece menos importante, puede acabar resolviendo los problemas de los elegidos.

Agradecido, recibe todo mi aprecio y admiración.

Alejandro

Anónimo dijo...

Saludos Alejandro.

Leí tu cuento y no pude dejar de sonreir al imaginar las escenas que narras con palabras tan precisas, en estos párrafos que copio a continuación, describiendo de manera tan fiel las ansias de Salvador (al oler el jamón colgado), la distribución de la mejor parte para Carlos y las virutas secas para los demás, y los pensamientos del hijo menor sobre volver a la realidad cuando se marche el estudiante a Oxford:


<>

Felicitaciones Alejandro. Aplicas en este texto las recomendaciones que compartes generosamente con nosotros en tus apostillas sobre cómo construir un cuento.

Dagoberto

Anónimo dijo...

Estos eran los párrafos que quería resaltar, que no se copiaron.

"Salvador bajaba a la cueva casi a diario. Debajo del jamón, de puntillas, doblaba el cuello hacia atrás, abriendo mucho la nariz, en un intento de oler las entrañas de aquel huésped intratable.

El padre, paseando la lengua por los labios, cortó lonchas finitas. Los cuatro disfrutaron de aquel manjar tan esperado: lo magro para Carlos, el tocino y las virutas secas para los demás.

El pensamiento se le iba a la bandeja de jamón, que abría camino a los platos de cuchara. Sin embargo, no podía olvidar la realidad: “cuando se vaya el niño mimado, volveremos al caldo sin sustancia y no tendremos ni aceite para una triste ensalada”,

Saludos de nuevo.

Dagoberto

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Dagoberto, por el tiempo que has dedicado a leer el cuento, extraer los párrafos que han llamado tu atención y el comentario que haces sobre el cuento y mis "apostillas". De ellas me valgo para justificar mis opiniones sobre la estructura y la calidad emotiva de los textos que comento. Eres muy generoso reconociéndome esa práctica, que para mí solo es una herramienta y me sirve de ayuda a la hora de hacerme comprender. Más que nada porque, como sabes, en la lejanía los significantes y los significados distan mucho y, a veces, eso nos causa problemas de entendimiento en los análisis literarios.

Agradecido, como siempre, recibe saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Me gusta el cuento. Encuentro que está muy bien escrito porque te metes a la historia y sales con ganas de comer jamón y con cierta angustia.
Seguimos en contacto.

Yamila

Anónimo dijo...

Alejandro, me gustó tu cuento. Desde el título se va desarrollando a lonjas, igual que se consume el jamón, y las acciones más relevantes en torno a la mesa mascando "el Manjar". Continuas con la "metáfora" hasta el final, cuando la familia tiene acceso a perniles de marca gracias a Salvador.

Felicitaciones, Verónica

METAMORFOSIS dijo...

Hola Alejandro.
Este cuento me ha traído muchos recuerdos que me afectan de forma personal.
En mi época estaba muy reconocido que estudiáramos una carrera ya que nuestros padres no lo habían podido hacer. Se sacrificaron, a costa de comer jamón del bueno y muchas otras cosas más. Y así lo hicimos la mayoría de nuestra generación. Había después tal saturación de licenciados de todo tipo que no había tanta oferta para nosotros y si mucha competencia, y ahí nos ves con una carrera, dos o tres masters 3 idiomas y cobrando 1000 euros.
La generación posterior, la de nuestros hermanos, fue al revés todos hicieron F.P.o formación profesional como se llamaba.Fontaneros electricitas, carpinteros etc. y como tu dices, ellos tienen sus propias empresas, sus empleados, sus buenos coches y con una posicion económica desahogada. Nosotros los licenciados seguimos cobrando 1000€, o en paro, viviendo aun de nuestros padres que tanto se sacrificaron por nosotros y sin un futuro claro en vistas.
Un abrazo enorme y un bonito cuento.

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Yamila, por la lectura del cuento y el comentario que le dedicas. Me alegro que hayas sentido las emociones que citas: angustia y ganas de comer jamón. Quizá lo primero desaparezca satisfaciendo lo segundo. Sólo pretendía pintar con palabras una situación de la vida que nos habita.

Cordiales saludos.

Alejandro

Alejandro Pérez García dijo...

Me alegra que te haya gustado el cuento, Verónica. Como bien has dicho, el jamón y su consunción puede ofrecernos una metáfora de situación, un símil de la vida, que termina mejor que transcurrió, gracias a Salvador que se sacrifica para, sin dejar de estudiar, ganar para mejorar el bienestar familiar y, además, comprar jamón del bueno para los bocadillos de todos los días.

Agradecido, recibe saludos cordiales.

Alejandro

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Metamorfosis, por dedicar tu tiempo a la lectura del cuento y dejarme un comentario que corrobora fielmente lo que he querido plasmar en este relato, inspirado en esos episodios sociales que tu narras.

Así ha sido casi siempre en muchas generaciones. En unas, lógicamente, se padeció la escasez más que en otras. A veces ocurre que cuando alguien tiene las cosas fáciles, digamos que hablamos de un becario como Carlos, con más privilegios que Salvador, no percibe las carencias cotidianas; pues él ve cada vez que vuelve un trato de regalo y un jamón que nunca falta. Para ello, como cuentas de los padres de tu juventud, otros tienen que sacrificarse. Son esos, precisamente, los que se sacrifican, quienes buscan nuevos horizontes y rompen con lo establecido para conquistar horizontes más remunerados.

Agradecido por tu visita y las aportaciones certeras de tus comentarios, recibe un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Te felicito. Como de costumbre, nos regalas un muy entretenido cuento , con un fondo lleno de sabiduría.

Cariños
Patricia.

Anónimo dijo...

Buena historia, Alejandro. Y no carece de moraleja. Sé de muchos casos parecidos. Con afecto, Julius.

Anónimo dijo...

Hola Alejandro! Estoy al lado de Julius. Soy nueva en el foro CS, aunque manejo el género desde hace tiempo. El tuyo es el primer cuento que leo aquí. Esta es mi mirada:
- El ritmo es fantástico
- El desarrollo de cada escenario y cada impresión es impecable
- El desenlace, un broche de oro.

Marta

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias,Patricia, por el tiempo que has dedicado a la lectura del cuento y el comentario tan generoso que haces de él.Me alegro que te haga gustado.

Un abrazo.

Alejandro Pérez García dijo...

Estimado Julios, los cuentos, como tantas obras literarias, del género que sean recrean la vida como no es, pero siempre desde una realidad cierta. La Literatura, como cualquier arte, nos permite mostrar cualquier situación con formas estéticas capaces de emocionar e invitar a la reflexión.

Agradecido por tu comentario, recibe cordiales saludos.

Alejandro Pérez García dijo...

Estimada Marta, me alegra saber que te sientes atraída por el género. El cuento es, o ha sido hasta ahora, considerado como un arte menor. Gran injusticia. Su brevedad no significa que el esfuerzo, el mérito y la belleza literaria de una pieza así estén por debajo de otras prácticas. Supongo que ya te habrás dado cuenta de ello. En esto, como en todo, unas veces se consigue y otras, no; y no siempre todos los lectores coinciden en calificativos tan generosos como los tuyos, que te agradezco con todas mis fuerzas.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Cordial saludo Alejandro con todo el respeto.
Es un texto bien desarrollado, tiene su melodía, impecable su escritura.
Aunque el tema es simple, se tejen alrededor del jamón toda una serie de sentimientos, preocupaciones, envidias sanas (luchas internas) y que muchas veces esto se presenta en la vida real. Me hizo recordar la parábola del hijo pródigo.
Te felicito por el buen trabajo y nos seguiremos leyendo.
O. Andrade.

Alejandro Pérez García dijo...

Estimado Andrade, te agradezco como siempre tu paseo por estos caminos al otro lado de la orilla. Tienes razón, siendo un tema tan simple -simple es a veces la vida real- creo que aglutina un cúmulo (no sé si bien logrado) de emociones que se perciben y escenarios habitables. Son los recursos de la Literatura. La Literatura es un recurso para hacer más tangible la irrealidad de la vida cotidiana.

Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

Hola, Alejandro.
Excelente. Muy buen cuento: me gustó.
Muy pocos escritores logran que el lector sea transportado al cuento y lo viva como propio.

Felicitaciones.

Saludos

Beatriz - Bs As

Alejandro Pérez García dijo...

Estimada Beatriz, tú por aquí y yo sin enterarme. Como a todos, agradezco tu visita, y el tiempo dedicado a la lectura del cuento, y además por dedicarle esos comentarios tan alentadores. Me alegro que te haya gustado.

Agradecido, recibe mis saludos más cordiales.

Anónimo dijo...

Pero que genio eres, bribon!!!!
Y entre jamon y salmon, que cumplas mas con tu don, tu verborrea e imaginacion.
Te quiero un monton.
Hasta pronto, y FELICIDADES por todo con amor.
Tu Pinta Corona.
Love you and Miss you.
Many kisses and best wishes!

Alejandro Pérez García dijo...

Mi Pinta Corona, yo también te quiero un montón con salmón y jamón.

Besazos.

Emilio Porta dijo...

Como la vida misma, Alex...fíjate que hasta ahora no había leído el cuento...que no lo es tanto. Yo creo que es inútil buscar en la vida otro lugar que no sea el nuestro. Cierto es que, a determinadas alturas, uno solo desea no haberse equivocado demasiado. Ya sabes que nunca he creído en edades ni cronologías. Te lo digo porque, si no termino de arrancar...todavía estoy a tiempo de aprender fontanería. Mejor me iría en algunos aspectos...y, a lo mejor, hasta me dejaba tiempo libre para escribir. Gran relato, magníficamente escrito. Como siempre, Alex, como siempre...

Alejandro Pérez García dijo...

Querido Emilio: Cuando hacemos en la vida lo que queremos hacer, no nos equivocamos. El error surge cuando hacemos lo que no queremos y el producto final es una muñeca de plástico cuando pretendíamos un caballo de cartón. Yo quería hacer un cuento, y... si "no lo es tanto", entonces he caído en falta. En cualquier caso, como dices, nunca es tarde para rectificar y tomar nuevos caminos, nuevas herramientas de corrección.

El protagonista del cuento, sin dejar su bachiller, se hizo fontanero y superó los conflictos que se le presentaron en su vida, desde la situación familiar que se creaba cuando llegaba el hermano que estudiaba fuera.

Creo que tú, Emilio, lo que tienes que hacer es escribir, y no dejarlo nunca. Es lo que te gusta y lo que da sentido a la vida. Luego, si un día se estropea un grifo en tu casa y lo sabes arreglar, mejor. Si es así, ya me darás unas clases, no sé nada de bricolajes y cosas de esas.

Agradecido por tu lectura y enriquecedor comentario, recibe un fuerte abrazo.

Mari Carmen Azkona dijo...

Me parece, Alex, que llego tarde a degustar ese jamón, quizás sin marca ni sello, pero jamás tan delicioso. Me ha gustado el cuento y como has desarrollado la historia.

Saber reponerse al rencor, a esas pequeñas envidias, ya sean entre hermanos o no, para reconducir la vida es un gesto admirable. Salvador, bonito nombre para un fontanero, sobre todo si llega el agua hasta el cuello :-D

Besos y un fuerte abrazo.

Alejandro Pérez García dijo...

Querida Mari Carmen: Por favor, tú nunca llegas tarde. Aunque no llegues, no importa. Sé que estás siempre. Bastante tienes con lo que se te avecina: emocionante y grande. Esas si que van a ser páginas "salvadoras", que nos rescatarán, seguro, del letargo mental para, como siempre, invitarnos a llegar más allá de donde estamos.

Me alegro que te haya gustado "el jamón". Salvador reaccionó ante las carencias familiares y se reconcilió consigo mismo para recordar al hermano y prodigarle más cariño que nunca. Ahí llegó haciéndose fontanero, pero ahora, con la crisis, le ha bajado mucho el trabajo y los bancos no le dan crédito. ¡Pobre!

Muchas gracias, Mari Carmen, por tu lectura y permanente compañía.

Besos

Anónimo dijo...

Me gusssssssta el jamón de los domingos! Y si están los "extranjeros" muchiiiisimo mejor.
Me encantó Alex.
Besos a los de aqui, y a los de allí.
Buk

Alejandro Pérez García dijo...

¡Ah! Buk. Ya, ya... A mi también me gusta el jamón compartido, el de los domingo, y el de los lunes y los jueves. Y, efectivamente, si es con los extranjeros tiene un plus añadido, aunque se acabe antes.

Besos a todos.