jueves, 29 de marzo de 2012

NO TAN LOCO

Es una lata robar a los pobres, sus coches son malos y viejos.

Después de robar el Vectra del farmacéutico, el Ford del médico y el Ibiza de los hijos del alcalde, a Juan Malpartida le detuvo la Guardia Civil. Estaba ensimismado haciendo el puente al viejo Citroen de Don Manuel, el cura del pueblo, que además era su tío.

Las autoridades confirmaron lo que muchos ya intuían: estaba un poco mal de la cabeza, quizá influido desde pequeño por los malos hábitos de su padre, que cada día se presentaba en casa con una billetera usada, con documentos y todo.

Después de dudar cuál sería el trato más conveniente para el joven, lo ingresaron en un centro de salud mental. Al principio, bien; pero pronto empezó a sufrir contracciones bruscas e incontroladas en todos los músculos. Le pasaba eso después de abrazar con fuerza puñados de revistas donde aparecían chavalas como hechas a máquina, con botas, guantes y nada más, reclamos publicitarios de cochazos alemanes poco vistos. Aquello le llevó a continuas sesiones de aislamiento y al bromuro en las comidas.

Después de una temporada así, cambió. Poco a poco se fue pareciendo a una persona normal: atento, lúcido y muy integrado en las actividades del psiquiátrico. Los médicos creyeron conveniente elaborar un informe favorable. Hablaron con él en varias ocasiones. La última fue determinante.

—¿Cómo te encuentras tú, Juan?

—¡Perfecto! Ya me ve usté.

—¿Estás contento aquí o te gustaría salir?

—Sí, sí; salir, salir…

—¿Qué te gustaría hacer fuera?

—Qué va a ser, trabajar. Trabajar en el Parque Móvil del Gobierno, para poner a punto y limpiar los coches de los ministros.

—Creíamos que lo tuyo, más que cuidar coches, era robarlos.

—Claro que si. Eso es. Lo que pasa es que es una lata eso de robar a los pobres, mu decentes ellos, pero sus coches son cada vez más viejos y más malos, ¿sabe usté?

—Es mejor que te quedes una temporadita más. Saldrán modelos nuevos.

—Bueno, vale; siendo así… —dijo Juan, resignado.

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12 comentarios:

Alicia Uriarte dijo...

Alex, creo que ese interno protagonista de tu relato es el mismo que el de esta otra historia que me contaron.

Un hombre va con su coche y al lado de una cárcel se le cae una rueda. Se baja el hombre del coche y se da cuenta de que ha perdido los cuatro tornillos. Empieza a buscar una solución. En la tapia había un interno mirando y al cabo de la media hora le dice al del coche que él tenía la solución, quitarle un tornillo a las restantes y ponérselo a la cuarta, así cada rueda tendría tres tornillos. Entonces le dice el hombre:
-Y tú qué haces hay encerrado.
A lo que contesta:
-Yo estoy aquí por ladrón de coches, no por jilipollas.

Un abrazo.

Alejandro Pérez García dijo...

Querida Alicia:

Ya conocía la historia que te contaron y me haces llegar. Es posible que sea el mismo personaje, pero bien pudieran ser distintos. Ya no hay centros así, o no hay tantos como hubo hace años. Te puedo asegurar -he conocido varios casos- que muchos internos tenían un ingenio especial. Carecerían de una racionalidad cognitiva que superara los controles psiquiátricos, pobrecitos, pero tenían decisiones muy ocurrentes.

Hablo en pasado porque los hospitales de salud mental casi han desaparecido, pero, mal que nos pesa, las enfermedades psíquicas no se han erradicado. Algunos pacientes, desde sus desequilibrios, tendrán momentos de lucidez y comportamientos coherentes, aplaudidos por muchos de nosotros.

Hoy pongo yo la merienda: roscos de vino y torrijas con miel.

Agradecido, como siempre, recibe un abrazo grande.

Alex

Mari Carmen Azkona dijo...

Qué desesperanzador texto, Alex, a pesar de la sonrisa que he ha arrancado y que lo ha hecho más amable, porque no tengo claro que Juan salga de esa institución. Siempre habrá modelos nuevos.

Los renglones torcidos de Dios los llamó Torcuato Luca de Tena...Magnífico libro con un título que siempre me desgarrara. La locura es un tema tan amplio que cuánto más leemos sobre ella, más dudas dispara, sobre todo acerca de cuáles son los parámetros para definir a una persona como loca.

Duro tema, Alex, y muy complicado. Reflexionar, siempre es bueno; temas como este, imprescindible. Gracias por ayudarnos a hacerlo.

Besos y un fuerte abrazo.

Alejandro Pérez García dijo...

Querida Mari Carmen:

Por más que leamos y estudiemos las caras desdibujadas de la mente, nunca entenderemos de verdad el abstracto de sus figuras imaginadas. No ha sido mi intención abundar en el drama, en los dramas, porque creo que hay varios y no tenemos tiempo para enumerarlos, ni este es el espacio apropiado.

Leí hace muchos años -creo que a poco de ser publicada la novela, 1979/1980- "Los renglones..." y dejó un poso en mí de duda y reflexión profunda sobre la línea que delimita el error/perfección de la mente humana. Recordarás que el comportamiento de Alice Gould, que entró voluntariamente en el psiquiátrico, acabó confundiendo a los médicos hasta dudar si fue ingresada por error o realmente padecía un grave y peligroso trastorno psicológico.

A Juan le pasa algo parecido. ¿Estaba loco de verdad o le metieron en el manicomio porque tenían de darle un trato que corrigiera sus malos hábitos? Cada lector sacará una consecuencia personal. Modestamente, sólo he querido plasmar dos cosas: 1ª) Los jovenes son como los educamos; cuando lo hacemos mal no siempre aplicamos los mejores remedios. 2ª) La injusticia está presente en las grandes esferas, también en los bajos fondos: Juan, que es un desviado, roba a los pobres, y se da cuenta de ello. En su desequilibrio mental (¿ingresó loco, como suponían; o le volvieron loco dentro?) quiere castigar a los políticos, que, en definitiva, son los culpables de muchos males. No estaba tan loco.

Amiga Mari Carmen, tú siempre haces que profundicemos, para bien, en nuestras exposiciones en aras a un abundamiento de la temática elegida, a un aporte mayor a la historia subyacente que pretendemos sugerir. Eres lo que necesitamos.

Muchos besos.

Alex

Anónimo dijo...

Alejandro, siempre aciertas. Tus escenarios son ubicables, y los personajes, siempre naturales, son visibles y coherentes, aunque sean poco frecuentss como en este caso. La historia está bien tejida, no solo no me ha dejado indiferente sino que además me ha planteado más de un pensamiento y me ha tenido amarrado desde las frases preliminares.

Un gustos grande.

Saludos cordiales,

M. Valdés
(P/: Hace días que no te vemos en el foro, te echamos de menos).

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, amigo Valdés, por venir desde tan lejos, precisamente hoy que los negocios de los carburantes pierden revoluciones bursátiles.

Tú sabes bien que no siempre se acierta, menos cuando todos sabemos que un mismo destinatario no siempre tiene los gustos con la misma sensibilidad. En cualquier caso, agradezco mucho tus palabras.

Un abrazo.

Alejandro
P/D: últimamente, por eso que te decía de las gasolinas, no puedo llegar a todos los sitios.

Mila Aumente dijo...

Un cuento muy triste, Alejandro. Que pena que las mentes de los jóvenes se trastornen hasta el punto de acabar en un psiquiátrico. Creo que vivimos en un mundo equivocado tanto en conceptos como en formas. De ahí que haya tanta delincuencia, tantas depresiones. Sólo damos prioridad a cosas materiales que, generalmente,conllevan a la insatisfacción y a la infelicidad.
El cuento está maravillosamente bien escrito.. ¡¡A ver si aprendo algo, jajaja) Un beso.

Alejandro Pérez García dijo...

Querida Mila, el mundo se ha parado para girar al revés. Con los problemas económicos que estamos padeciendo solo tenemos fuerzas para mirar los forros de los bolsillos, y estamos olvidando la educación y el comportamiento de la sociedad juvenil, que nos va a suceder con nada, porque porque damos muy poco. Nos pesará algún día que el lastre de lo material haya tomado tantas ventajas a lo humano y espiritual.

En cualquier caso, seguiremos cultivando mientras podamos lo poco que nos queda, y miraremos con generosidad y optimismo, siempre que nos sea posible, a cuantos tengamos cerca y podamos ayudar.

Gracias, Mila, por tu visita. Poco puedo enseñarte desde mi pupitre de aprendiz, pero siempre serás bien recibida y celebrada en este patio.

Besos.

Alejandro

Anónimo dijo...

Yo creo Alejandro que este muchacho mas que estar loco le metieron en el manicomio por meterle en algun sitio al ser el sobrino del cura y por no llevarle a un correccional porque de loco tiene poco y es mas listo de lo que parece.

Saludos como siempre mi amigo.

Luis Martin

Alejandro Pérez García dijo...

Amigo Luis, lo que comentas es solo una expresión interpretativa tuya. La historia, tan dura como desoladora, da para muchas reflexiones. Pudo ser una injusticia, pudo ser un trato de privilegio, pudo ser la consecuencia de una educación forjada en los malos hábitos... Otros ven una sonrisa en el comportamiento de Juan, cuando los psiquiatras hablan con él. Piensa lo que quieras.

Un abrazo, como siempre.

Emilio Porta dijo...

Mejor imposible. Espléndido relato. No te lo había comentado en marzo y lo hago tarde...pero me parece tan original. Estos temas los bordas, Alex. Bueno, bordas todos, pero los que hablan de la vida, de la vida diaria de todos, en eso no hay nadie que te supere en el panorama literario actual. Te lo digo yo, que conozco a los otros...y no te llegan ni a la suela del zapato. Tendríamos que salir al mundo de la Literatura en otros idiomas para encontrar un Raymond Carver o gente de ese nivel. Pero claro, a Carver le falta, además tu gracia. Habría que combinarle con Quevedo y entonces...ya estaría más cerca de lo tuyo :-)

Alejandro Pérez García dijo...

Querido Emilio:

El cariño te traiciona y te hace ver gigantes donde no hay ni molinos. Hablar de la vida diaria no tiene importancia, lo que sí es meritorio es hablar de la futura, y acertar, o hacer que el pasado se torne en presente; aunque, según están las cosas, no serviría de mucho. Esto de la Literatura, ahora que nadie nos lee ni nos oye, solo es un mero divertimento que nos permite –ya lo he dicho otras veces- construir un universo que no es, como nos gustaría de fuese. A Carver y a Quevedo eso les sirvió para que ahora estén en nuestro recuerdo. No aspiro a tanto, pobre de mí; solo a ser recordado por los que me quieren y se dejan querer. Sin pedir nada, porque eso de dar y recibir debe ser un acto espontáneo.

Un abrazo.